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168 Corazón cautivo
Por lo común el corazón del hombre es denso como el plomo y por eso desea alcanzar la morada de las águilas y en su lucha impotente se pervierte construyendo burdeles, oficinas, catedrales de fuego. Yo sin embargo soy incapaz de eso. Tengo al enemigo encerrado en mi jaula de palabras. A él le gusta cantar, desde el primer aliento y lo alimento con cualquier poema que me sobra, con fugaces visiones, mentiras o verdades que imagino. Así lo tengo activo y no hace daño.