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169 Corazón libre
De tarde en tarde, en mi portal las brujas deliberan cómo hacerme perder la confianza, cómo cerrar la puerta de los montes y obligarme a buscar seguridad en sus sucios asuntos comerciales. Traen su munición de palabras pesadas para atacar mi risa, mis ventanas abiertas. Desean fieramente convencerme de que mi corazón es como una mascota, venderme sus juguetes y jaulas para él. No me quieren creer cuando les digo que ya no tengo el corazón aquí, pues entendí su cualidad salvaje, le dí la libertad y se marchó. No quiero que se oculte en esperanzas ocres y marchitas. Andará por ahí cantando sus canciones partisanas, sus salmos de alabanza, susurrando palabras inventadas al oído de alguna compañera. A mí me gusta así y lo sigo queriendo como a un hijo y sabe que su cuarto vacío sigue limpio.