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183 La paciencia
Lo reconozco, Madre. Me has acercado a tus mejores hijas. Y solo ahora que ya ninguna está, te veo en ellas. Otra vez te doy gracias. Ahora llega esta que es como yo, familia de mi alma, que la entiendo tan bien, que la conozco aún sin saber su historia. Está presente en mí, no encuentra resistencia de ideas, emociones o prejuicios. Ella extiende su aura de sencillez prudente, serena, hermosa, semejante a tí, escogida, vestida y señalada por tí, con tus estrellas sobre su cabeza y lleva en la mirada, detrás de la sonrisa, tantos cauces abiertos por las lágrimas por los que ahora fluye compasión. Todo en ella me ayuda, sin hablar ni saber, a devolver las armas. Siempre me has dado todo y con ella me has pedido que espere. Confío en tí y en ella pero aún no en mí. Haré lo que deseas. Esperaré sin saber tus proyectos, pues no me siento solo, ya sé que existe y, aun lejos, ya la tengo ante mí. Acepto esta alegría que no entiendo, esta herida de luz, esta vida desnuda sin defensas.