Atrás
316 Canción para Miguel
Después de haber temido por tí, por mí, por todo, sobre todo por tí, cuando te ví cruzar la noche sin defensas, me alegro pues no veo el miedo en tu mirada. Me alegro de no verte esconder la cabeza. Me alegro de que seas como yo y no calcules ni administres el riesgo de vivir. Yo me alegro. Alégrate conmigo. Es valiente el que entrega. Es justo el que no juzga. Es fuerte el que no oculta su frágil estructura. No es débil el que pide. No es injusto el que lucha. No es cobarde el que llora. No es mísero el que pierde. Solo el que no se atreve pierde lo verdadero y aplaza el gozo de sentirse amado. La vida no maldice al que entrega su vida y nadie puede dar nada sino su vida. Veo el brillo del agua transparente en tus ojos y no encuentro malicia en tí. Y veo que te quieren los hijos de la vida y todos quieren caminar contigo. Fue la Vida, la Madre, quien te envió a nosotros, no solo para tí, sino para enseñarnos a amar lo más pequeño. Tu niñez indefensa, mi escasa confianza, cada herida incurable de los que nos rodean. Fue la Madre, la Vida, a través de tu pecho me llegaba su voz. Cuando ví mi ceguera, yo te puse ante mí para escuchar el canto que me entregó la vida. Yo te puse ante mí como un escudo fuerte buscando renacer. Yo te alcé frente a mí y contigo en los brazos respiré la esperanza. Y junto a mí te quiero cuando entregue el aliento, para que tú lo pongas al servicio de todos.