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632 Manantial
Una grieta en la piedra generó un corazón. A través de la grieta puedo ver. Cogí mi herida para contemplarla, pero mi claridad no era muy grande y brotaron inútiles palabras del andamio que puse alrededor de mi preciosa herida. Con el tiempo las palabras fueron ocultando la sangre y el agua. Lamento haber hecho de mi herida un refugio para sobrevivir y de mi corazón un ovillo de palabras sin música. Mi casa quería escapar y mis palabras querían quedarse y estuve cincuenta años intentando arreglarlo. No quería que nada se rompiera. No quería deshacerme de nada. Pero la piedra ya se había roto y ya había escapado el corazón. Tuvieron que pasar un desierto y diez años. En esos años ya te conocía, pero aún no podía enhebrar mi camino en mi casa. Hasta que amaneció el día tres mil y recibí tu llamada tres mil. Tú estabas en el alto refugio desde donde me ves, yo en la línea entre el mar y la tierra que es mi estrecho camino. Entonces ví la piedra caída de lo alto, quebrada y recompuesta como una pregunta. ¿Necesito estar roto para poder amar? Así pues, esta herida abarca mi camino, mi casa y mi amor, y veo al otro lado de la brecha. Soy una piedra rota, un verdadero corazón. No quiero ser otra cosa. Algo brota de mí. Sea agua o vino, me parece bien.