Atrás
92 El augusto
Puntilloso escribano de verdades baratas, ahorrador de prudente raciocinio, empeñado y ufano de lo serio. Aún así su cara de cadáver se redime ayudando al idiota, sirviéndole -por compasión o admiración- de diana. Quizá porque los juegos de ese loco sin él resultarían payasadas. Quizá porque le aterra perder toda esperanza de aprender a jugar. Y con el saxofón se transfigura y casi ya no vemos el necio maquillaje. Y yo lloro también la enorme lágrima que cada tarde pinta en el pañuelo blanco de su cara para hacernos saber por qué van siempre juntos el dolor y la risa.