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152 Hiedra y sol en el muro
Los dedos quieren abrazar los talones, subir por los tobillos, trepar a las caderas tan despacio como sea posible para extender el tiempo. Desnudar los costados, formar lienzos y copas, llenarlas de ternura, trenzarse sobre el cuello, hacer caminos hasta la cabeza, círculos diminutos en la raíz del pelo. Acariciar los párpados de modo que los ojos solo sientan placer de estar cerrados. Los dedos quieren bajar ahora un poco más aprisa al latido que crece dulcemente y quedarse un momento a descansar en él. Las manos quieren avanzar extendidas pero también quedarse en donde ya estuvieron y le piden ayuda a todas las regiones de la piel. El cuerpo quiere envolver y adentrarse, conocer lo que es suyo y ser lo que conoce. Al alma que es el cuerpo le basta vivir esto solamente una vez y se vuelve a fundir lo que era dos en uno.