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344 Amor descendido
En el jardín sin muros nada falta. Hasta ayer esperaba que vinieran tus manos la pequeña semilla que no quiso morir. Pero ahora ya estás aquí brillando, Madre, Amor descendido, como si el arco iris tuviera cuerpo humano, con tus alas plegadas a la espalda, que han recogido el cielo en el vientre y el pecho. Tú la has encontrado. La semilla menor. La que no vale nada. Y solo en ella has puesto tu atención. Le das tu aliento. Con él le das la vida de todo lo que existe.