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366 Enhebrar esta aguja
Yo soy el que se adelanta y protege. Tú guardas el fuego y la sabiduría. Yo soy el que desvía el aguacero. Tú el tallo flexible que siempre sobrevive. Mía es la voz que nombra y no pregunta. Tuyos los brazos que aman y no encierran. Tuyos los ojos serios que vigilan el sueño. Mío el calor que sube de tus caderas. Tuya la mirada que deshace la nieve. Para mi puerta es esta llave tuya que abre y no cierra. Tú tienes la verdad que te he querido dar para llegar a ser contigo la verdad. Tu eres la dulce luz que me consume. Vienes en línea recta con alegres canciones, asuntos y batallas y te quedas un día, un momento, una vida brillante. Luego te vas al horizonte frío de la espera. Soy la limpia conciencia de tí misma que recuperas al reconocerme y pierdes cuando muero o cuando mueres. Y ahora estamos juntos en el jardín azul. Cada noche de luna recojo las minúsculas flores salvajes del camino para hacer las coronas y guirnaldas que te gusta llevar tejidas en mi cable de palabras. Ahora respiramos la brisa de esta playa. Me regalas las piedras corazón que me alegran y nos movemos ciegos e iluminados como lunas gemelas, deseando extender este tiempo de gracia, pidiendo a las campanas del atardecer que no enfríen nuestras manos unidas, pidiendo el uno al otro que podamos seguir jugando para siempre. Porque vivimos en este ahora único, estamos juntos en el mismo aquí y podemos probar una vez más a enhebrar esta aguja. Mírame en lo profundo y vamos juntos.