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"El mismo abrazo"
Antes de entrar en casa, oye la música que la está esperando y la sonrisa que llevaba dormida se despierta.
Cambia el ritmo sin darse cuenta y revive el placer de hacer las cosas más despacio. Abre la puerta y disfruta la penumbra del interior, la música que acaricia. Entra y cierra la puerta tras de sí. Cierra también los ojos un momento y aspira la sutileza del aire. Suspira agradecida. Se descalza. Avanza hasta el umbral del salón.
El está en el sofá, con un libro en las manos, callado, volviendo la cabeza para verla. Los ojos bien abiertos para saber si viene muy cansada, si ha sido un día duro, si ella también lo mira, si sonríe, si sigue siendo ella.
No se levanta. Aparta a un lado el libro sin marcar la página. Se quedan un momento mirándose, leyendo las señales. Al fin a él se le contagia la sonrisa. Ahora sí se levanta. Se le acerca. Ella no se ha movido, solo le abre los brazos. Es un abrazo tierno, largo y extendido, un abrazo que acoge, que reconoce lo que ha salido de sí mismo, ha estado un tiempo ausente y ahora vuelve. Es un abrazo lleno de sorpresa, de gratitud y gozo. Es el abrazo de siempre, el primer abrazo.
Aun no han dicho nada. En el abrazo se han cerrado los ojos, las cabezas se han unido, las mejillas se han rozado con placer, el tiempo ha vuelto a ser un cachorro dormido.
Las manos de él se mueven. Suben a la cabeza y la acarician, buscando disolver pensamientos que pudieran quedar entre el pelo. Buscando remover y despertar el olor de su cuerpo. Buscando atraer toda su atención. Buscando lo que siempre ha buscado desde que la conoce.
Ella avanza un centímetro su cuerpo y dice una palabra sin sonido. El la oye y retrocede un poco, muy despacio, para invitarla a repetir el gesto. Los dos quieren estar toda la vida en cada paso mínimo que dan hacia el sofá.