Vas a enviar este poema.
"Bailaste para mí"
Bien podrías haberte negado, o haber salido del apuro con unos pocos pasos aprendidos, o haberte avergonzado y no saber qué hacer.
Pero no hiciste eso. Bailaste entera para mí, sin reservarte nada y yo te ví desnuda y libre con mis verdaderos ojos. Fue un acto de entrega silenciosa, un acto de auténtica pureza.
Supe que soy un rey por el poder de tu ofrenda. No hubo en tí vacilación alguna, ni un solo segundo me dejó tu atención. Fuiste el amor, fuiste la vida para mí y generabas vida también para tí misma.
La música seguía. A mí me daba miedo porque quizá te estabas cansando, ibas a desplomarte, o ibas a darte cuenta de lo que estabas haciendo, razonar que yo ya había tenido bastante placer aquella tarde.
Pero seguiste hasta que terminó la música y el vino de tu danza mejoraba con el tiempo y me embriagué de tí y de los movimientos del aire en torno a tí y me sentía envuelto en tu mirada, en tu aliento, en los abrazos invisibles y ondulantes que proyectabas.
Hice un esfuerzo para no levantarme y danzar junto a tí, para no abrazarte y besarte, para no apropiarme del instante. Me quedé allí sentado en aquel éxtasis, adorándote. Refulgías ante mí como el sol. La danza era tuya y me la regalabas, con tal de que no quisiera intervenir. Tú disfrutabas ofreciendo y yo disfrutaba recibiéndote y así debía ser.
Percibía mi sonrisa de viejo tonto. Me daba igual.