Lo que se encuentra abajo,
cuando ya no se puede descender.
Lo que impulsa a iniciar otro vuelo.
Que tiene que vencer al peso enorme
del fracaso circular de la vida.

Y vence. Estalla. Vive. Recomienza
siendo otro.
Sacando de la angustia y de la asfixia
el ritmo virgen del aliento.
Desvelando colores nunca vistos,
cantando con palabras recién hechas.

Esta luz no visible. Esta madre. Esta nada creadora.
Y yo la amo, estoy unido a ella,
creo en ella también cuando estoy débil.
Incluso en el dolor,
que ella me ayuda a ver sin disfrazarlo,
a sufrir claramente, sin medicina alguna.


Madre de la fé (de Viejos límites)

A veces oigo un eco, a veces lo imagino.
No sé de dónde viene. Lo pongo aquí en palabras,
por si no es para mí. Ya discernís vosotros.

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